SE NECESITAN POLICÍAS

Guanajuato es uno de los 32 estados que conforman la República Mexicana; tiene una superficie de 30,471 kilómetros cuadrados y una población que ronda los seis millones de personas.

Con el propósito de dimensionar adecuadamente estas cifras, conviene señalar que la entidad abarca una extensión territorial igual a la de Bélgica y que, en número de habitantes, supera al de países como Costa Rica.

Sin embargo, para garantizar la seguridad de sus millones de pobladores en un territorio tan extenso, Guanajuato dispone de apenas 4,500 policías estatales.

La situación en los municipios no es distinta. Entre los 46 que integran la entidad, se suman poco más de 6 mil policías preventivos.

Frente a estos números, no sorprende que desde hace años el estado se posicione como líder en homicidios dolosos del país, puesto que, simplemente —como quedó evidenciado— no cuenta siquiera con el número de elementos necesarios para hacer frente a la delincuencia.

Ahora bien, no causa asombro el poco interés de los ciudadanos en sumarse a las Fuerzas de Seguridad Pública del Estado o a las propias policías municipales, cuando se analizan las condiciones bajo las cuales desempeñan sus funciones.

En cuanto a las policías municipales, el problema es evidente: los sueldos. Un policía municipal en Celaya percibe por concepto de salario 500 pesos diarios, arriesgando su vida en lo que muchos han denominado la ciudad más violenta del mundo. Y eso que se encuentran por encima de la media estatal, pues en ciudades como Yuriria la situación es aún peor: los uniformados reciben apenas 450 pesos diarios por sus labores.

Ni hablar de las armas, vehículos o capacitación —si es que el municipio la brinda— que reciben para combatir a los cárteles de la droga.

Por lo que hace a las Fuerzas de Seguridad Pública del Estado, la falta de interés de las personas para sumarse a sus filas no recae en el salario, pues debemos recordar que sus elementos son los policías estatales mejor remunerados del país, con un sueldo de 25 mil pesos mensuales; tampoco en el equipo que se les proporciona, ni mucho menos en el entrenamiento que reciben.

El asunto radica en que son blanco de crueles ataques, tanto dentro como fuera de sus funciones.

Evidencia de lo que se sostiene es que, apenas el dieciséis de marzo pasado, hombres armados entraron al domicilio de un elemento de la corporación para asesinarlo junto a su esposa, estando franco. Asimismo, el dieciséis de diciembre del año pasado —es decir, hace seis meses— elementos de la institución fueron atacados mientras patrullaban, falleciendo cuatro de ellos.

Con tales antecedentes, se entiende que, por mucha vocación que las personas pudieran tener para proteger a su entidad, en ocasiones no se enlisten, superadas por el temor.

Lo anterior invita a la reflexión en búsqueda de nuevos mecanismos para que los policías municipales ganen más, tengan mejor equipo e, indiscutiblemente, reciban mejor capacitación; lo mismo aplica para que los elementos de todas las corporaciones, incluidas las Fuerzas de Seguridad Pública del Estado, se sientan seguros.

Algunas ideas al respecto las plantearé en próximas entregas de este blog.