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Las patrullas en México.

  • Foto del escritor: Mario  Mendez.
    Mario Mendez.
  • hace 6 días
  • 3 Min. de lectura

En México, la primera policía —como la conocemos— fue creada en el año de 1848, con 500 integrantes. Desde entonces hasta la fecha, sus tareas han ido variando, pero siempre ligadas a las labores de seguridad pública.

 

En sus casi 200 años de existencia en el país, los cuerpos policiacos se han valido de diversos medios e instrumentos para desempeñar correctamente sus funciones.

 

Entre los anteriores se encuentran las patrullas que, según el Diccionario de la Real Academia Española, son los vehículos automóviles que usan para la vigilancia.

 

En sus inicios, naturalmente, esas patrullas eran caballos; no obstante, en la actualidad, si bien es cierto que algunas instituciones continúan usando ese medio en su división de policía montada como acto simbólico, lo común es el uso de coches, camionetas e inclusive drones o helicópteros.

 

Ahora bien, sin importar el amplísimo catálogo de patrullas con el que cuentan las distintas corporaciones policiacas en México, de todos los niveles de gobierno, es un hecho notorio que predominan las camionetas de carga con doble cabina para pasajeros.

 

No sería exagerado afirmar que la gran mayoría de las patrullas que vigilan el país tienen esas características; lo mismo las podemos ver en un municipio serrano de Chiapas como en el centro histórico de la Ciudad de México.

 

Pero ¿quién decidió que era una buena idea que las policías patrullaran en esos vehículos? ¿Qué beneficios ofrecen? ¿Qué inconvenientes presentan? ¿Por qué, casi de manera automática, continúan adquiriéndose sin cuestionarse lo anterior?

 

Comencemos por las ventajas: su altura, en los recorridos por las calles, permite una excelente visibilidad del entorno a los ocupantes; su corpulencia las vuelve menos vulnerables ante impactos de otros automóviles; pueden transportar una gran cantidad de personas; se desplazan por terrenos sinuosos sin problemas; y, en persecuciones, pueden sortear obstáculos como banquetas.

 

Los contras, por curioso que suene, radican en los mismos puntos: su altura las vuelve inestables; su corpulencia, a pesar de los motores potentes con que cuentan, las hace torpes para maniobrar; los elementos que van en la caja se encuentran totalmente expuestos a ataques directos; y no son veloces. Todo ello sin hablar de sus altos costos operativos: gasolina, refacciones o mantenimiento.

 

Como se puede ver, por sus características, es indiscutible la utilidad de ese tipo de vehículos en ciertos escenarios, pero no de forma indiscriminada para vigilar todo el territorio nacional.

 

Para zonas rurales o caminos de difícil acceso, las camionetas tipo pick-up doble cabina, o incluso unidades tipo Jeep, tienen un uso razonable.

 

Sin embargo, en autopistas, los vehículos que pueden alcanzar altas velocidades —como los Charger SRT usados por la Guardia Nacional— son los ideales. Y en zonas urbanas, donde la maniobrabilidad resulta esencial, se justificaría el uso de sedanes robustos o SUVs cerradas tácticas, como los Ford Police Interceptor.

 

Una estrategia de movilidad policial diversificada, bien diseñada e implementada, permitiría eficientar recursos y fortalecer la capacidad de respuesta.

 

No obstante, lo que vemos en muchos casos —como en el estado de Guanajuato o el municipio de León— son decisiones mal fundamentadas.

 

Las Fuerzas de Seguridad Pública del Estado, por ejemplo, emplean camionetas Chevrolet Tahoe para vigilar autopistas. Aunque aparentan fortaleza, comparten los mismos inconvenientes que las camionetas pick-up: vehículos lentos, torpes para maniobrar y de alto consumo.

 

Lo mismo ocurre en León: se adquirieron vehículos Expedition para labores de patrullaje urbano. Son unidades pesadas, con tres filas de asientos, costosas en mantenimiento y consumo de combustible, y conocidas por problemas mecánicos frecuentes.

 

Hay un esfuerzo por diversificar, sí, pero mal ejecutado y sin lógica operativa clara.

 

Urge entonces una planeación técnica que considere no solo la apariencia de fortaleza, sino la eficiencia, la adaptabilidad al terreno y el verdadero rendimiento operativo.

 

Y es que no se trata solo de patrullar: se trata de patrullar bien.

 

 
 
 

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