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Jóvenes, del aplauso al olvido.

  • Foto del escritor: Mario  Mendez.
    Mario Mendez.
  • 27 abr
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 11 may

Según el INEGI, México cuenta con más de 30 millones de jóvenes, quienes son definidos por la ONU como personas de 15 a 29 años de edad.

 

Esto explica por qué los políticos, durante las campañas electorales, elogian reiteradamente al referido sector poblacional, señalándolo incluso como la única esperanza para un país mejor, pues sin esos votos no accederían a los cargos de elección popular por los que contienden. Sin embargo, una vez que son electos gobernantes no los convocan para ocupar posiciones relevantes en la administración pública.

 

Es cierto, para constatar esta exclusión sistemática, sólo basta con observar quiénes ocupan la titularidad de las áreas más importantes o emblemáticas en los distintos niveles de gobierno.

 

Comencemos con el Gabinete Legal del Gobierno Federal que encabeza la Presidenta Claudia Sheinbaum Pardo. La edad promedio de los Secretarios de Estado que lo integran es de 57 años, destacando que una quinta parte de ellos tiene más de 70.

 

Entre los aludidos se encuentra el Secretario de Salud, David Kershenobich Stalnikowitz, quien al asumir el cargo contaba con 81 años de edad.

 

Si bien es cierto que existe consenso en que el Doctor Kershenobich es un experto en la materia que ha impactado de manera positiva la medicina en el ámbito mexicano e internacional, no menos verdadero es que también se ha cuestionado si una persona con esa edad puede tener la energía necesaria para conducir una institución con decenas de miles de trabajadores.

 

En contraste, países como Dinamarca o Noruega, que cuentan con dos de los sistemas de salud más reconocidos en el mundo, optaron por perfiles de menor edad para encabezar las secretarías correspondientes. En Dinamarca, Sophie Løhde, tiene 42 años; en Noruega, Jan Christian Vestre, cumplirá 39 este 2025.

 

Con este panorama, resulta inevitable preguntarse: si las naciones nórdicas -que son consideradas entre las más avanzadas del mundo en materia de salud- confían sus sistemas a personas que rondan los cuarenta años de edad, ¿por qué en México apostamos por un funcionario que nació cuando se desarrollaba la Segunda Fase de la Segunda Guerra Mundial, conocida también como la época de los tres frentes? ¿En México no tenemos alguien de menor edad con igual o más capacidades?

 

Sí, quizás en Dinamarca o Noruega sus titulares de salud no son personas propiamente jóvenes conforme a la definición planteada por la ONU; no obstante, sus edades sí evidencian una clara tendencia a reducir el promedio de edad de quienes ocupan puestos de alta responsabilidad.

 

Ahora bien, el fenómeno se reproduce también a nivel estatal, donde ciertos nombramientos reflejan con nitidez la tendencia de no involucrar a los jóvenes en el quehacer público, incluso en aquellas posiciones que, de manera lógica, deberían estar destinadas para ellos.

 

Nada es más ilustrativo al respecto que quien encabeza el Instituto Estatal de la Juventud en Guanajuato, la Señora Alma Regina Trujillo Domínguez, no es una persona que pertenezca a ese grupo generacional; ello se sostiene en virtud de que, según el Registro Nacional de Profesionistas, se le otorgó su cédula profesional en 2007, cuando aún no había llegado el iPhone a México ni existía WhatsApp.

 

Lo mismo sucede en el municipio de León, donde el hasta hace poco Director del Instituto de los Jóvenes tampoco era uno de ellos, pues, según su página pública en LinkedIn, trabajaba desde hace más de 30 años, es decir, antes de que la película TITANIC se estrenara en México.

                                                                                                                 

¿Se imaginan que la Secretaría de la Mujer fuera encabezada por un hombre? Es lo mismo pedir que el Instituto de los Jóvenes esté a cargo de personas que, por su edad, bien podrían ser los padres de varios que sí pertenecen a ese sector. 

 

Es una contradicción que alguien ajeno a un fenómeno sea quien trace su rumbo.

 

Antes de concluir estas líneas, vale la pena destacar que no se cuestiona la experiencia o capacidades de los funcionarios mencionados, ni se señala el paso de los años como un defecto; al contrario, la experiencia que tienen es invaluable.

 

Lo que se resalta es la hipocresía de los políticos que, al buscar el denominado “voto joven”, los exaltan en sus discursos, pero al llegar al poder los marginan incluso de aquellas áreas que les pertenecen.

 

La juventud ha demostrado ser un motor de cambio. Simón Bolívar antes de cumplir treinta años había sentado las bases para la independencia de varios países sudamericanos; Alejandro Magno, a la misma edad, había conquistado el Imperio Persa.

 

HAY TALENTO, SÓLO FALTA APOYARLO.

 

 

 
 
 

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